La libertad, es poder elegir y realizar voluntaria y
razonablemente todas las acciones deseadas.
El límite a cualquiera de los derechos humanos -entre ellos el
de libertad de expresión y manifestación- consagrados en la Declaración
Universal de las Naciones Unidas, está dado por el respeto a otros derechos
humanos.
Pero, al parecer, a nuestro
gobierno se le ha olvidado y antepone la ciencia ficción a los tratados
internacionales.
Digo esto porque la nueva
regulación de los citados derechos que se nos viene encima parece sacada de la
novela de Pablo Tusset, editada en 2011, “Oxford 7”, ambientada en 2089 y donde
se narra un amago revolucionario por parte del campus universitario.
En la historia relatada por
Pusset, las revueltas estudiantiles son habituales y, para reprimirlas, los policías antidisturbios que les
apuntan con sus bocachas disparan ¡multas! Conforme
la presión va aumentando, se incrementa la cuantía de esas multas. Estos
disparos obligan a muchos estudiantes a abandonar las protestas, puesto que
afrontar el pago de las multas les impide abonar los gastos de sus matrículas.
Os suena el argumento. Vamos,
que ni calcado
Yo le recomendaría a D. Jorge
Fernández, ministro del Interior, otra literatura de cabecera, como por ejemplo
este poemilla:
No me
esperes temprano,
seguro
vengo tarde.
Según los
compañeros
la cosa
está que arde.
Quieren
quitarnos todo,
hasta el
vocabulario,
no quieren
que peleemos
ni siquiera
el salario.
Y cuando
esto comienza
ya sé cómo
termina,
quieren
cortarle el paso
a todo el
que camina.
Y vamos a
caminar,
seguro
vengo tarde.
Según los
compañeros
la cosa
está que arde.
Rafael Luna
Sec. General
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