sábado, 25 de enero de 2014

“Hoy he perdido el miedo”

Carmen y María se pusieron a contarle toda su vida a un hombre alto, muy amable, que no conocían de nada. El señor se presentó, un tal Pablo, pero ellas no entendieron mucho más. Lo único que querían en ese momento era hablar. “A mi padre lo mataron”. “A nosotros nos quitaron hasta el colchón”. Ambas esperaban en un hotel de Sevilla a que comenzara la reunión con el relator especial de Naciones Unidas sobre la promoción de la verdad, la justicia y la reparación y las garantías de no repetición. Cuando Paqui Maqueda, una de las organizadoras del encuentro con familiares de víctimas del franquismo, comenzó a llamar a los asistentes para que entraran y se acomodaran, Carmen y María descubrieron que ellas, si querían, podían irse ya a tomar un café. Porque ese tal Pablo con el que se habían estado desahogando en el pasillo minutos antes era el relator, Pablo de Greiff. “Hoy han perdido el miedo. Hoy decidieron venir y hablar”, dijo ya dentro de la sala María Dolores Nepomuceno, la hija de

Uno de esos dos fusilados era Emilio, tío de Santiago Fernández, que continúa buscando a otro tío, Benito. “No se ha producido ningún avance desde que vino la primera delegación de la ONU [en septiembre], las exigencias que propuso al Gobierno de España no se han visto plasmadas en iniciativas políticas. Sentimos el mismo desamparo, el mismo abandono, la misma indefensión. Porque hay víctimas y víctimas. Y las que estamos aquí parece que somos de Angola“, resumió Santiago Fernández claro y directo en su intervención.

La asistencia ante esta segunda representación de la ONU fue mucho más reducida. Pero la mayoría de los participantes volvieron a contar las barbaridades que cometieron con sus familiares con la misma emoción del primer día. “A mi abuelo, al año de matarlo, le hicieron un juicio y lo absolvieron. Qué parodia. Y le dieron a mi abuela 20 pesetas para que comieran sus hijos. Yo mantengo viva la memoria gracias a la memoria de mi madre, que con 13 años tuvo que ir a recoger los enseres de su padre. La humanidad no se merece tanto agravio”, denunció, llorando, María Isabel García. Con la voz a ratos compungida, Manuel Galante repasó la represión que sufrió la población del municipio sevillano de Lebrija: “Más de mil muertos y allí no se ha abierto nada todavía”. A su abuelo, concejal, lo asesinaron después de torturar a su familia para que lo delataran. Luego los falangistas se quedaron con todas sus propiedades. “En el 82, cuando ganó Felipe, mi padre, socialista, le escribió una carta a ver qué iba a pasar“. Hasta hoy.

REIVINDICACIONES

“Esto hizo sufrir a mi madre toda la vida”, dijo mostrando una foto en blanco y negro Adelia Hermoso. “Fusilaron a su marido con 31 años. Quiso aclararlo. Decía que era la Falange. No sé”, concluyó con un nudo en la garganta. “La memoria de mi familia ha sido muy dispersa, muy fragmentada. Me está costando mucho trabajo recomponerla y me he encontrado muy poco apoyo”, expresó Manuel Camacho, también nieto de fusilado, al borde de la emoción. Porque, insistieron, el trabajo que se ha hecho hasta ahora ha sido impulsado exclusivamente por los familiares. “El Gobierno del PP ha mentido a la ONU, a la jueza argentina, ha boicoteado la memoria con la excusa de la crisis pero ha financiado la remodelación del Valle de los Caídos“, afirmó Rafael López, nieto de fusilado y presidente de la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía. Entre sus reinvidicaciones, reclamó una política pública de memoria, la derogación de la ley de amnistía -que es el recurso de la justicia española para archivar las denuncias-, que la ONU asuma la investigación de los crímenes franquistas antes de 1945, que el franquismo sea calificado como un sistema genocida, el reconocimiento de las víctimas y el reconocimiento público del trabajo esclavo.

El relator tiene previsto visitar este sábado el Canal de los Presos, recientemente catalogado como Lugar de Memoria. “Con el lema ‘los que han destruido España, que la reconstruyan’, el franquismo usó la mano de obra de presos políticos vulnerando todos los derechos humanos“, explicó Gonzalo Acosta, de CGT-A, cuyos trabajos de investigación, unidos a la iniciativa todoslosnombres.org, han supuesto una contribución de valor incalculable a la recuperación de la memoria histórica. Como los estudios desarrollados por la asociación Amical de Mauthausen, que han descubierto a muchas personas dónde terminaron sus familiares: “Todavía hay quien se extraña de que hubiera acento andaluz en los campos nazis”, destacó Ángel del Río, profesor de Antropología de la Pablo de Olavide. Abogó por incluir esta parte oculta de la historia en los contenidos escolares ante el aumento, además, de la extrema derecha.

“Yo tengo 27 años y no estudié nada de esto en el instituto”, ejemplificó Lucía Sócam, presidenta de la Asociación 19 mujeres de Guillena, las rosas de Andalucía. “En charlas que hemos dado en los colegios, ha habido alumnos que preguntaban que si todo lo que había hecho Franco era malo, porque también hizo pantanos. Y claro, yo les conté quiénes construyeron los pantanos”, añadió. “Una fosa común es el mejor libro de historia para estudiar la represión a las personas que defendieron la República“, concluyó Miguel Guardado, en representación del colectivo de las víctimas de la Puebla de Cazalla (Sevilla): “Cuerpos bajo cal viva, a cuatro metros de profundidad, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, con los brazos atados en la espalda, tiros en la nuca… esa es la realidad”.

Y la realidad es también que la madre de Paco Villena, una mujer de 85 años, convive aún con monumentos que exaltan a los asesinos. Que, como recordó José Moreno, sigue habiendo víctimas ignoradas por el Estado. “¿Nos matan y nadie nos mira?”, se preguntó Juan Antonio, de 89 años, hijo de maestro fusilado. Que nadie investiga el robo de niños. Y que irán a donde tengan que ir, a contarlo la veces que sean necesarias, aunque la esperanza cada vez vaya a menos y el hartazgo cada vez vaya a más . “Yo tengo 84 años. ¿Y ahora se acuerda la ONU? ¿La ONU que aprobó el régimen de Franco? ¿Va a servir esto para algo? ¿Tiene autoridad la ONU? ¿Va a traer soluciones la ONU?“, espetó Manuel. “La ONU lo que tiene que hacer es presionar al Gobierno español para que haga algo”, zanjó.

Hay mucho dolor y las heridas no es que se hayan abierto, es que no se han cerrado. El hijo de Juan Landero, un campesino de Coria del Río (Sevilla) que protestó a los terratenientes porque no le pagaban, fue testigo con siete años de cómo lo asesinaron. “Hoy sigue llorando como un niño”, expresó Juan Miguel Baquero, bisnieto de fusilado, ante el relator, que presentará un informe sobre la visita a España ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en septiembre. “Con que se cumpliera el título de cargo sería suficiente para mí”, reflexionó Juan Barba, de la Cuenca Minera de Riotinto (Huelva). “Iremos donde haya que ir por ellos”, afirmó, ya a la salida, Mari Ángeles Hidalgo, la hija de María Rodríguez, la otra mujer que ayer perdió el miedo.


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