Desde los tiempos del ensañamiento de Hacienda con Lola Flores –“si
me queréis irse”-, no se recuerda un persecución tan ominosa como la que
está sufriendo el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Es la
maldición del genio que se adelanta a su tiempo y que padece el
hostigamiento de sus semejantes, que no alcanzan a comprender su visión
pionera.
Gallardón rompe los corsés que se impuso Naciones Unidas con su
Declaración de los Derechos Humanos y extiende su manto protector sobre
los grandes olvidados: los fetos, los cigotos, los espermatozoides y los
óvulos.
Una visión mesiánica que no comparten los partidos de la oposición,
pero tampoco dentro de su propio Gobierno, donde muchos le dan la
espalda. Por no ayudarle no lo ha hecho ni el ministro de Agricultura,
que en su afán por etiquetar patas de cerdo bien podía haber creado la
categoría de jamón de roble o encina, habida cuenta de que la bellota no
es otra cosa que un nasciturus del árbol que pudo haber sido.
Porque sabiendo cómo se las gasta la izquierda, una ideología que
según el catedrático Marhuenda ha provocado 100 millones de muertos, no
es de extrañar que el día de mañana fusilen a todo el que no vota PSOE,
en caso de que lo de las primarias no acabe cuajando.
Lo curioso es que este Gobierno no se ha prodigado en medidas a favor
de los que “efectivamente” han nacido ya, más bien lo contrario. Pueden
dar fe de ello los estudiantes, cada día con menos becas; los
autónomos, a quienes los Reyes Magos trajeron la enésima subida de
impuestos; los que ya nacieron hace tiempo, a los que han hurtado su
pensión… y hasta los que “efectivamente” ya están muertos, como los 88.000 cadáveres que olvidó el franquismo en las cunetas y que ahí siguen.
Pero eso sería lo fácil, tomar medidas que favorezcan a la población
gobernada, que luego podría volver a votarte. Muy populista todo, como
en Latinoamérica. Lo altruista es proteger al no nacido, quien hasta que
no se invente el voto por ecografía, no participa en las elecciones.
Fuente: http://marcosparadinas.com
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