Es 19 de diciembre y hace
mucho frío. Al filo de las once está previsto el desahucio de Luisa, la
mujer de 85 años enferma de alzheimer que vive con su hijo Enrique en la
torre 9 de la calle Manzanares, en la trianera barriada del Carmen. Es
el segundo intento, tras otro fallido realizado el pasado mes de de noviembre.
Desde algo más de una hora
antes varias decenas de integrantes de la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca (PAH) y del movimiento por la vivienda de Sevilla están
concentrados ante el portal. Esgrimen pancartas con eslóganes que se han
convertido en clásicos en cualquier acción de este tipo. La mañana está
desoladora y el cielo plomizo cerrado amenaza lluvia inminente.
Pasadas las once y media la
policía hace acto de presencia con un elevado número de efectivos
ataviados como para una batalla campal. Pôrtan pasamontañas, cascos y
porras y traen orden de ejecutar el desalojo. Las ventanas de la
vivienda de Luisa se convierten en atalayas desde las que los
periodistas filman planos privilegiados para no perder detalle.
Al principio, el mando al
cargo de la operación habla con los concentrados y pide tranquilidad,
porque viene un forense que va a evaluar el estado de la anciana. Juan
de Trinidad, de la Asociación de Abogados Independientes de Sevilla,
media con la policía al encontrarse ausente el abogado de oficio
asignado. Juan aduce un defecto de forma ante la comisión judicial que
se ha personado con la orden. La intención es trasladar a Luisa en
ambulancia. De Trinidad aduce que en la ejecución de la hipoteca hay
cláusulas abusivas y que sacar así a “una señora mayor es inhumano”. Lo
único que necesitan es un poco de más tiempo para que la Consejería les
consiga la vivienda social que les ha prometido.
Mientras tanto, en la entrada
del bloque la tensión aumenta por momentos, sobre todo cuando quien está
al mando ordena a sus subordinados abrir un cordón que permita el libre
acceso de los agentes a la entrada del edificio. Gritos, forcejeos,
algún que otro golpe y el cristal de la puerta de entrada que salta por
los aires. Las personas concentradas comienzan a corear consignas contra
los agentes.
Hay varios manifestantes
lesionados. Una mujer ha de ser evacuada hasta el banco situado en la
plaza colindante porque empieza a sentir mareos. Un policía la ha
empujado y en la caída se ha golpeado con un macetón enorme. Luego le ha
caído encima otro policía que ha perdido el equilibrio durante el
forcejeo. En el banco de hierro la cubren con abrigos y chamarretas
hasta que llega la ambulancia que la traslada al hospital. La lluvia
comienza a caer sobre Triana en ese momento, primero casi tímida para ir
arreciando después.
En la vivienda, Enrique y
varios activistas ve derrumbadas sus esperanzas de que el defecto de
forma paralice el desalojo. De Trinidad les comunica que se va a
producir y que lo mejor es que resistan dentro. El forense llama a la
puerta acompañado de la policía. Enrique se niega a franquearle el paso
si no entra solo. El funcionario le advierte de que si él se va
derribarán la puerta. El inquilino accede y tras un leve forcejeo
permite que el galeno reconozca a su madre.
Gloria Suárez, representante
de la Consejería de Fomento y Vivienda afirma que Luisa tiene una plaza
solicitada en la residencia de mayores de Montequinto, pero que “dicho
centro está a la espera de la orden de la UTS del Ayuntamiento y que sin
ella la residencia no tramita el traslado”. Choque de trenes
burocráticos.
Mientras tanto, la policía ya
se ha hecho con el control de la situación y tiene bajo su custodia el
acceso al edificio. La gente continúa gritando consignas dirigidas a los
agentes del orden y cuatro de ellos se acercan a uno de los
concentrados y se lo lleva aparte, a una esquina del mismo bloque de
viviendas. Lo identifican y le hacen vaciar los bolsillos. Después de
unos minutos lo conducen a un patrullero y se lo llevan detenido.
José Manuel Fernández
Iglesias, de la consejería de Fomento y Vivienda, asegura que se “han
enterado hoy del desahucio y la consejera nos ha mandado aquí”. Sostiene
que han hablado con el juzgado y con la empresa financiera, y que ha
sido imposible llegar a ningún acuerdo. “Han aducido que nos veremos en
el juzgado y no han querido hacer declaraciones” afirma. Fernández se
lamenta de que esta mujer no haya ido a informarse a la Oficina de
Intermediación y Vivienda, aunque reconoce que “en las circunstancias en
las que está, es complicado que sea ella la que haga el trámite”.
La tensión vuelve a dispararse
cuando hace acto de presencia el cerrajero enviado por el juzgado, que
tiene que ser custodiado por la policía para poder entrar en el
edificio. Pocos minutos después uno de los miembros de la PAH que se
encontraba en el interior aparece custodiado por media docena de
agentes. Está detenido y lo conducen hasta otro patrullero. Esta vez
apenas hay protestas. El activista se ha dirigido a los concentrados
desde un balcón antes de salir y les ha pedido que no quiere que haya
altercados por su detención.
Media hora después, la
comisión judicial abandona el bloque escoltada por la policía y bajo el
griterío de los congregados. La trasladan rodeada por una columna de
guardias pretorianos ataviados de azul oscuro para que puedan abandonar
el lugar sin altercados. La gente no quiere moverse de donde está. Los
gritos de ¡sí se puede! se intensifican. Antes de abandonar el lugar, la
comisión judicial charla con el agente al mando y minutos después
comienza a correrse el rumor de que el desalojo se ha paralizado de
nuevo.
El jolgorio se apodera de los
presentes ya bajo una persistente lluvia. Los agentes de la policía han
desaparecido de las inmediaciones como por ensalmo. Sólo la imagen de
Luisa subiendo en camilla a la ambulancia que la va a trasladar a la
residencia de mayores de Montequinto consigue que despejen la zona.
Muchos de los vecinos y vecinas del bloque se ven incapaces de contener
las lágrimas cuando ven a la anciana partir. Arriba, su hijo Enrique
también lo hace acompañado de los pocos periodistas que aún permanecen
en el lugar.
Fuente: sevillareport
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