Se cumplirán el próximo día 6 de diciembre 36 años desde la
aprobación en referéndum de la actual Constitución española, piedra
angular del régimen de la transición, que en los últimos tiempos no para
de emanar hedores de descomposición. Los valedores del actual status
quo andan algo confundidos buscando soluciones para el mal olor sin
darse cuenta de que la pseudodemocracia postfranquista está muerta,
incapaz absolutamente de dar respuestas a los principales problemas de
los ciudadanos.
Es en este sentido muy relevante el artículo que el director del
diario “El Mundo” Casimiro García Abadillo publicaba el pasado domingo
bajo el título “La segunda Transición o la III República”.
Al máximo responsable de uno de los medios más poderosos en términos de
influencia en la clase gobernante y vocero de sus intereses cuando le
ha convenido no se le pasan por alto muchos de los síntomas que han
aflorado particularmente en los largos años que llevamos de crisis
económica.
Es obvio que no se puede ocultar la corrupción generalizada que
invade a los grandes partidos dinásticos, ni los dramas del paro, los
desahucios, la pobreza infantil o la emigración de nuestra generación
más preparada de la historia. Tampoco es posible obviar el
desmantelamiento acelerado de los frágiles pilares de lo que fue un
modesto Estado de Bienestar (sanidad, educación, dependencia…).
La alarma acumulada que produce esta constelación de desastres para
que se mantenga la actual estructura de poder tiene un remedio para
García Abadillo: Reformemos la Constitución actual, entre otras cosas
para “para recuperar el espíritu de la Transición, la concordia”. De nuevo, el dulce sabor del consenso: “un
gran pacto nacional entre el PP y el PSOE que pueda servir de base para
afrontar un futuro inmediato caracterizado por la fragmentación
política”
Cuando se pone consenso debemos leer componenda de las élites que
manejaban el país durante el franquismo y que siguen perviviendo con sus
fieles escuderos llamados PP y PSOE. Cuando dicen concordia es pisotear
la única verdadera legalidad, la de la II República, que fue arrasada a
sangre, fuego y olvido durante los años de dictadura franquista y en
los reinados de sus sucesores borbónicos. Ya se sabe: Todo quedó atado y
bien atado.
Fue durante la II República cuando el pueblo español tomó por fin el
destino en sus manos y eso fue demasiado para el poder de la rancia
España eterna. Pero el miedo persiste: Mucho inquieta el ascenso de
Podemos o la veleidades independentistas de Cataluña, pero el propio
director de El Mundo lo dice bien claro:
“Si los grandes partidos no dejan en un segundo plano su tacticismo y no piensan más en el país, en los ciudadanos; si no son más generosos, estaremos ante un riesgo real de que pueda proclamarse una Tercera República, con todo lo que ello lleva consigo.
(…)Insisto: o afrontamos una segunda Transición, o nos arriesgamos a una Tercera República.”
¿Por qué les inquieta la III República de tal manera? ¿Qué lleva
consigo? Pues ni más ni menos que la emancipación de los ciudadanos y
ciudadanas españoles para decidir por sí mismos sin ataduras ni amenazas
como quieren organizarse territorialmente, que servicios públicos
desean y como sufragarlos, como afrontar los problemas económicos y
sociales en beneficio de la colectividad y no de unos pocos como ha sido
hasta ahora, olvidarse de tutelas militares y religiosas, de reyes
corruptos que nos venden como semidioses. Eso es lo que temen ahora como
lo temieron en 1931.
La III República es el proyecto integrador de todas las luchas y
demandas políticas, económicas y sociales. En las manifestaciones del
pasado junio al hilo de la coronación del heredero (un poco de cosmética
para intentar tapar vergüenzas) ya lo pudimos entrever y por ello la
reacción represiva y silenciadora del régimen. Las fuerzas que apuestan
por el cambio de verdad, por la auténtica democracia no pueden cerrar
los ojos a que la salida tiene solo un nombre: Tercera República Española.
Seamos valientes y trabajemos por ello sin dejarnos distraer por
falsos consensos ni reformas en la cáscara para que los de siempre sigan
al mando.
¡Abajo la Constitución del 78 y su régimen!
¡Viva la III República!
Ramón García Hernández.
Secretario de Comunicación de Alternativa Republicana.
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