El 22 de febrero se cumplen setenta y cinco
años de la muerte en el hotel Bougnol-Quintana de la localidad francesa
de Colliure de uno de los más grandes poetas en lengua castellana:
Antonio Machado. Sirvan estas líneas como homenaje a su figura
destacando su faceta de ciudadano comprometido con las circunstancias de
su época.
Antonio Machado procedía de una familia de tradición republicana
por lo que desde sus primeros años de vida adulta fue contrario a la
monarquía. Siempre se manifestó como un demócrata convencido de que
España debía progresar liberándose de las cargas del Antiguo Régimen. Su
posición queda claramente reflejada al sumar su firma a diversos
manifiestos impulsados desde los sectores de la izquierda.
En 1926 firmaría el LLamamiento de la Alianza Republicana.
En los años posteriores apoya las campañas y acciones en favor de la
República que se proclama el 14 de abril de 1931, cuando imparte sus
clases de francés en un instituto de Segovia. Machado es uno de los que izan la bandera republicana en la ciudad del acueducto. El escritor fue afiliado del partido de Manuel Azaña, Acción Republicana.
El avance del ejercito fascista supone un nuevo
traslado a Barcelona en abril de 1938. Con las fuerzas muy debilitadas y
penosísimas condiciones Machado abandona España en enero de 1939 en
compañía de su anciana madre camino del exilio. El 22 de febrero fallece
el poeta y tres días después doña Ana, su madre. Ambos descansan en el
cementerio de Colliure.
En abril de 1937, «La Voz de España» publica conmemorativamente este artículo de Machado titulado «El 14 de abril de 1931 en Segovia»:
“Fue un día profundamente alegre muchos que ya
éramos viejos no recordábamos otro más alegre, un día maravilloso en que
la naturaleza y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el
alma de los poetas y en los labios de los niños.
Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa; sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo. La República había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas elecciones. Todo un régimen caía sin sangre, para asombro del mundo. Ni siquiera el crimen profético de un loco, que hubiera eliminado a un traidor [se refiere a Lerroux], turbó la paz de aquellas horas. La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter.
Así recuerdo yo el 14 de abril de 1931.”
Artículo de Ramón García Hernández. Secretario de Comunicación ALTER
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