Imaginemos que a consecuencia de la podredumbre de la Casa Real, se
proclamara la III República, ¿De que mano vendría?. Indudablemente de la
mano de aquellos que hoy la apuntalan y la permitieron en los últimos
años setenta.
¿Acaso esos poderes harían una Constitución “social”?, entendiendo
por social, que la nueva Constitución tuviera lo público como garante de
un proyecto social basado en la justicia y la solidaridad. Lo dudo,
pues sería una Constitución nuevamente consensuada entre dos formas de
entender la explotación: aquella que considera que para apropiarse de la
riqueza creada con el esfuerzo y el trabajo de toda la sociedad, lo
mejor es una democracia controlada, oligarquía esta que tendría como
gestor de sus intereses fundamentalmente al PSOE entre otros, y la otra
oligarquía, la autoritaria, hoy con ventaja, que considera que la
apropiación de la plusvalía, se hace mejor desde un sistema autoritario y
que estaría gestionada por el PP fundamentalmente, aunque no el único.
Ninguna de estas dos oligarquías contempla una sociedad que avance hacia
una plena democracia. Hay que entender como democracia aquella forma de
Estado, capaz de aportar libertad y bienestar a toda la ciudadanía.
Hay que hacer aquí un inciso para señalar, que la lucha política hoy
se desarrolla en dos planos. El primero, la lucha por el gobierno que
llevan a cabo los partido del arco parlamentario y el segundo plano la
lucha entre aquellos partidos, pocos y con poca o nula representación
institucional que pretenden cambiar la forma de Estado, que pretenden
crear un Constitución democrática al servicio de la ciudadanía y acabar
con el Estado monárquico nacido en la Transición, precisamente, de la
mano de los que todos conocemos. Pues bien, de estos “pocos” los
republicanos demócratas son los menos.
Es por tanto imprescindible para aquellos republicanos que quieran
romper con el pasado dictatorial que hoy nos acosa a los españoles
descaradamente, echar raíces en el pueblo y ganárselas, mediante un
trabajo honesto, paciente y continuado entre el electorado que con sus
votos, no hay otra forma, lleve la voz de los republicanos, primero, a
todas las instituciones del Estado, y después, a ser una alternativa y
una garantía de un Estado republicano democrático.
Un largo camino, sin duda, pero es el único.
Articulo de Joaquín Ortiz.
Militante de Alternativa Republicana Madrid.
Militante de Alternativa Republicana Madrid.
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