La segunda acepción de monarquía en el diccionario de la RAE dice así: “Forma
de gobierno en que el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a
un príncipe, designado generalmente según orden hereditario y a veces
por elección”.
Cierto es que a esta habría que añadir el apellido de
“constitucional” para ser mas consecuentes y no desvirtuar la definición
en si de dicha institución, es decir, “aquella en que el poder del
rey está sujeto a la constitución y la soberanía reside en el pueblo a
través de sus representantes”.
A nosotros, los republicanos, nos da igual el adjetivo desde el
momento que el rey, el jefe del estado, no emana de la voluntad del
pueblo soberano, ni del de sus representantes electos, sino del
espermatozoide mas rápido en fecundar el óvulo real. Lo cual no es la
manera mas democrática de elegir al Jefe del Estado y, en nuestro caso,
Jefe del Ejército.
Decía Marcrino Suárez que “la Monarquía, para
ser creíble, necesita un apellido. Tiene que ser parlamentaria,
constitucional. Etimológicamente significa el poder absoluto del rey, lo
demás es jabón para dejarlo pasar. Sin embargo, la República no
necesita adjetivo”. Pensaba que, como a la palabra democracia, cuando se les añade un apellido, se las desnaturaliza. “Como
cuando con Franco se hablaba de democracia orgánica, o democracia
popular con los comunistas. O cuando se habla de República islámica o
popular. Eso indica que ya no es la República, es decir, que los
representantes públicos son elegidos por el pueblo, sino que también es
un modo de gobernación muy distinto”.
La dictadura franquista atribuyó todo lo peor a la Segunda República,
todos los problemas que tenía España pasados y presentes eran culpa de
la República. La sexta acepción de República del diccionario de la RAE
dice: “Lugar donde reina el desorden”. Hemos perdido 39 años
desde la Transición y casi nadie ha analizado lo que es una República ni
qué inconvenientes y ventajas tiene frente a una monarquía. Nos iba
bien, teníamos un rey campechano (o con imagen de serlo).
Pero nosotros no entendemos la República sólo como una forma de
Estado sino también una salida a la crisis, ya que esta no es no sólo
es económica, sino también de conciencia cívica. Estamos viviendo con
esta denominada monarquía constitucional una situación política donde
los intereses de los partidos dinásticos y de sus valedores en las
grandes empresas y conglomerados financieros prevalecen sobre los
intereses públicos de los ciudadanos. No elegimos a nuestros
representantes, es desde la dirección de esos partidos desde donde
se determina la elección. Es por ello por lo que la República significa,
per se, una regeneración en la gobernanza del país que debe permitir un
cambio para que los ciudadanos sientan que sus intereses son
adecuadamente defendidos por unos representantes democráticos en toda
las extensión de la palabra.
Viva la República
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