Hablar en estas fechas de laicismo
parece un sindiós, pero que fechas más oportunas que estas para
hablar de ello.
España, según el artículo 16,3 de la
Constitución de 1978, es un estado aconfesional (según algunos
autores, laico positivo), es decir, un estado, al igual que el resto
de sus socios europeos, exceptuando Grecia y Malta, que no tienen una
religión oficial.
No es lo mismo aconfesional que laico,
ese matiz es muy importante:
La condición de Estado laico supone la
nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en
el gobierno y las instituciones del mismo, ya se trate del poder
legislativo, el ejecutivo o el judicial. En un sentido laxo un Estado
laico es aquel que es neutral en materia de religión por lo que no
ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna
organización o confesión religiosa.
Sin embargo un Estado aconfesional,
como el nuestro, es aquel que no se adhiere y no reconoce como
oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener acuerdos
(colaborativos o de ayuda económica principalmente) con ciertas
instituciones religiosas.
A pesar de la diferencia, lo que tienen
en común es el no reconocimiento explícito de religión alguna como
oficial u oficiosa.
Seguramente nadie de los que ha
insultado y vilipendiado haya leído dichas mociones. No les ha
importado interesarse por su contenido concreto, de haberlo hecho, no
hubiesen realizado las desafortunadas afirmaciones del tipo:
“Quieren acabar con la Semana
Santa”
“Quieren quitarle la calle a Sor
Angela”
“Quieren que la procesión del
coño insumiso salga en semana santa”
Cuanta vileza, cuanta maldad y cuanta
mentira
Aquellos que declaramos que España
debe ser un Estado laico, lo hacemos desde el más profundo respeto a
las creencias individuales de las personas, y vamos mas allá, porque
creemos firmemente que el Estado y sus instituciones deben velar y
garantizar que esas creencias puedan ser practicadas con absoluta
libertad.
Así mismo, creemos en la absoluta
separación Iglesia-Estado, por lo que entendemos que las autoridades
de las religiones lo son para esta, no así para Estado y, por lo
tanto, no pueden tener esa consideración como hasta ahora.
También creemos que las autoridades
civiles, que representan a todos los ciudadanos, ni deben ni pueden
presidir actos religiosos de cualquier índole en su condición de
representante institucional.
Entendemos que el nomenclátor de una
ciudad debe de responder a un homenaje o recuerdo a una persona,
institución, y no a un solo sentimiento religioso.
Eso es lo que dicen las mociones
presentadas y no, lo siento, no queremos cerrar la iglesias, ni
queremos dejar de ver y, muchos de nosotros, participar en las
hermandades y cofradías de nuestras ciudades.
Error, grave error, nosotros amamos y
respetamos tanto o más que otros nuestras tradiciones, porque como
ya he dicho con anterioridad, laicismo significa respeto y
tolerancia, el que otros, desde la intolerancia y la mentira no
tienen.
Rafael Luna
Sec. General
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