Cruzó por la Estación de Cèrbere apenas con lo puesto: un traje de chaqueta desgastado, unas pocas pesetas republicanas que guardaba de su último artículo publicado en La Vanguardia y un bastón de madera
que le ayudó a caminar en tan largo viaje. Machado se marchó de España
vencido por la causa perdida. El poeta Félix Grande recordó años después
a un hombre “muerto de pena, derrota y despedida”. Había perdido su
propia guerra y la de muchos que cruzaban la frontera. En aquel camino
de no retorno lo acompañó su madre, Ana Ruiz, su fiel y desconocido
hermano José Machado y su cuñada Matea. En el frío mes de enero de 1939,
el poeta andaluz caminó bajo la lluvia en dirección a Port Bou. Ya en
otro país y en una lengua muy familiar para él, el francés, conoció a
tres personajes anónimos que no lo olvidaron el resto de sus vidas.
Como uno de los episodios más enturbiados y tristes de la
guerra civil española, comienza el destierro forzado de don Antonio, que
terminó con su brillante carrera literaria y su propia vida el 22 de
febrero de 1939. La angustia de la familia era una radiografía
repetida junto a miles de hombres y mujeres hacinados en los últimos
rincones de la España republicana. A pesar del cansancio y la
extenuación del momento, Antonio se atrevía a bromear. Soñaba con una
guerra no perdida, como señala Monique Alonso, biógrafa del poeta y
autora del libro Machado: su último peregrinaje hacia la Mar. Recuerda cómo “los Machado se abrían camino entre miles de personas y baúles abandonados”.
El mismo Machado calificó de “lamentable” aquel exilio, en un carta a
su amigo José Bergamín, pasada ya la frontera. Tenía solo 64 años y una
enfermedad en los pulmones que se empeoraba cada día más por culpa de
aquella humedad.
Al cruzar a Francia, ni el poco dinero que llevaba encima le sirvió. Leonor Machado, sobrina aún viva del poeta rememora en su mente octogenaria cómo “tío Antonio y la abuela no tenían unos pocos francos para pagar el café con leche que tomaron al llegar”.
Solo gracias a la ayuda de Corpus Barga, escritor republicano, pudieron
conseguir una carta de la Embajada Española en París, que cubrió los
gastos hasta encontrar un sitio seguro.
COLLIOURE
En la mañana del 28 de enero, encontraron refugio en el pueblo pesquero de Collioure. “Un lugar tranquilo donde Machado esperó para tomar una decisión”, según destaca el hispanista Iab Gibson. Aquel Machado solitario y abandonado por la incertidumbre no se hallaba en otro país y otro lugar que no fuera el suyo.
Sin embargo, a su llegada encontró a sus últimos amigos. Jacques
Baills, un joven ferroviario francés, que acompañó a Machado durante
largas tardes en el hotel Bougnol Quintana. Su dueña, Madame Quintana,
que acogió a la familia Machado en sus habitaciones, y Madame Figueres,
que le dio al poeta su diaria ración de tabaco, sin pedir nada a cambio
ni saber de quién se trataba.
A medidas que pasaban la semanas, los pulmones de don Antonio fueron
empeorando al igual que su semblante frío y lleno de soledad. El
miércoles 22 de febrero Machado amaneció muy grave. Murió horas más
tarde en el mítico hotel Quintana.
Fue amortajado con una sábana blanca y una bandera republicana.
En tan modesto entierro, sus nuevos y eternos amigos Baills, Madame
Figueres y Madame Quintana, lo acompañaron junto a la poca familia que
allí tenía. Solo días después acudiría su hermano, Manuel Machado, que
coincidió con José por última vez antes de marcharse a Chile para
siempre.
Poco se conoce del eco de la noticia en la asediada prensa
republicana. Ya no quedaban apenas focos de resistencia a un mes de
terminar la guerra. El Gobierno de Franco inició un expediente de
depuración a la ilustre figura de don Antonio en 1941. Lo dejó sin
derecho a ejercer la enseñanza en su país y detalló su muerte en el
campo de concentración de Argèles. Hoy, este expediente, sigue vigente, como muchas otras causas de aquella etapa gris de la historia en la justicia española. Su
literatura se leyó en la clandestinidad y tardó 40 años en conocerse su
triste historia: la de un poeta que estaba condenado a morir a y a ser
enterrado en el exilio.
Fuente: andalucesdiario
“Fue un día profundamente alegre muchos que ya éramos viejos no
recordábamos otro más alegre, un día maravilloso en que la naturaleza y
la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los
poetas y en los labios de los niños.
Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa; sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo. La República había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas elecciones. Todo un régimen caía sin sangre, para asombro del mundo. Ni siquiera el crimen profético de un loco, que hubiera eliminado a un traidor [se refiere a Lerroux], turbó la paz de aquellas horas. La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter.
Así recuerdo yo el 14 de abril de 1931.” (Antonio Machado, 1937 "La Voz de España)
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